Una
de las razones que motivó la creación de este espacio de reseñas fue la rabia
de ver que muchas veces la calidad músical pasa desapercibida bajo el radar del
conocimiento público, simplemente por un tema de difusión. Es algo
manifiestamente injusto y quedarse en la simple excusa de que en todos lados es
así no resulta suficiente. Partiendo porque eso no es cierto: en otros sitios,
con mayor desarrollo cultural a nivel global, incluso las escenas más under
tienen un cúmulo de medios que se encargan de reseñar y comentar el material
producido. Debido a que por estos lados eso no sucede, hay bandas que son
invisibilizadas y se produce el correlativo desperdicio de talento. Ejemplo
patente de ello es LADY PRINCESA, que con apenas dos canciones que remitieron,
dejan de manifiesto una gran propuesta musical. Ahora, lo alarmante es que es
una banda como tantas otras que tampoco se conocen y la particularidad que los
destaca es que simplemente enviaron su material para reseña.
Una
inteligente combinación de punk rock con las facetas más duras del hardcore,
particularmente presente en el fraseo de la voz cantante, es lo que ofrece esta
novel agrupación santiaguina que en solo dos canciones ya consigue hacer gala
de un sonido bien afiatado, correctamente ejecutado y con un cierto sello
autoral que hace que su trabajo, si bien breve, resulte agradable de escuchar
y, a la vez, sea una invitación a conocer más.
"Hora
Punta” resulta particularmente interesante porque comienza aceleradísima y
cargada de energía, con interesantes juegos de guitarra sutilmente disonantes,
pero de pronto se produce un agradable quiebre que vuelve al tema algo más
pesado y marchoso, lo que coincide con el apropiado coro, antes de retomar
velocidad hacia el final. Son precisamente aquellos cambios de ritmo los que
enriquecen y si son utilizados de manera apropiada, pueden hacer que la canción
más breve y sencilla cobre originalidad y riqueza. “Marichiweu” en su inicio
suena algo más apegada al manual del punk rock, con un bajo rabioso y
regurgitante, al que se le unen las guitarras y la batería machacante, pero al
igual que en la otra canción, nada más avanzar se producen los quiebres tan
típicos del hardcore, derramándose la interpretación en un coro potentísimo,
seguido de un funcional solo de guitarra para retornar al clímax de
reivindicación de pueblo originario. El tema se marcha con un prolongado acople
que cierra una pieza memorable, con pasta de sencillo promocional y con un
sonido por partes iguales radical como radial.
Siempre
va a decirse que en los grandes medios están los mejores artistas, aunque todo
el mundo sabe que eso no es así. Y está bien, por la razón que sea, si un
músico o un artista llegó a las grandes ligas, no cabe más que alegrarse por
él, jamás iniciar habladurías o desearle mal porque ello ni aporta en nada a
nadie ni mejora la situación del resto tampoco. Sin embargo, sí puede hacérsele
la crítica a los medios, y no solo a los grandes sino también a los medianos y a los chicos, que andan todos tras esos
mismos artistas y no se preocupan por mirar a otros lados. No hay que escarbar
demasiado. Gente talentosa y trabajando, componiendo, tocando, escribiendo,
filmando, fotografiando, pintando, hay por todos lados. Ni siquiera hay que
buscar. Solo hay que crear las instancias para mostrar aquel trabajo y
difundirlo. Nada más. En los tiempos actuales y con la tecnología jugando a
favor hasta se ve como algo simple. Y de hecho lo es, pero es igualmente
necesario: solo así se podrá comenzar a evitar que buenas bandas como estas se
sigan desperdiciando.
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