El
transcurso del tiempo en una banda puede tener múltiples efectos. Sin embargo,
dos que son bastante recurrentes son, a saber, o la iteración de la idea que en
algún momento le trajo éxito hasta el fin de los tiempos, o el siempre estar
tratando de reinventarse, en una interminable búsqueda de la definición sublime
del propio sonido que, usualmente, nunca es encontrado. Sin embargo, hay casos
en que no se hace ni lo uno ni lo otro. O se hacen ambas cosas a la vez. Es lo
sucedido con los locales de CURASBÚN, un nombre de cierta entidad hace ya
bastante tiempo dentro de los circuitos street punk y skin antifa que con solo
con dos discos bajo oficiales bajo el brazo, “OI DESDE EL TERCER MUNDO” (2002)
y “UN SOLO CREW” (2005), ha sabido forjarse un nombre en la escena, que al
parecer no tienen la menor intención en reverdecer ni entregar lo que
cualquiera hubiese estado esperando de su muy anunciado y anhelado por muchos
nuevo trabajo, “INMORTALES”: es un disco que no se parece en mucho a los
registros anteriores de la banda ni tampoco suena como la misma, aunque
cuidado, eso no necesariamente ha de tener que ver con la calidad musical del
trabajo.
Naturalmente,
sí hay elementos comunes que iban a estar presentes, y es que, al ser punk rock
duro, se trata de algo punzante y preciso, en donde en apenas treinta y tres
minutos se condensa un puñado de canciones breves, directas y bien armadas,
aunque superando la estructura clásica de la canción OI, presente en los
trabajos anteriores de la banda, y optando esta vez por caminos diferentes. La
placa abre con “La ofensiva no te olvida”, una canción que si bien suena algo más
emparentada al sonido OI de la banda, con una convicción política marcada,
elemento presente en todo el disco, tanto por su progresión como por la manera
en que está armada y ejecutada, da a entender desde aquel primer momento que
CURASBÚN se aburrió de ser CURASBÚN. Lo bueno es que optaron por ser ahora el CURASBÚN
de 2016 y el cambio les vino de perillas. Porque tan solo en la siguiente
canción, “Inmortales”, puede apreciarse el “nuevo” sonido propuesto por la
banda, presente también en piezas como “No Nominado”, “Barajas”, “Ramiro” y “Nueva
Era”, reversión de la banda británica BLITZ y con la colaboración de Álvaro
España de FISKALES AD HOK en las voces: algo más marchoso, más pesado en el
ritmo, con más cuerpo, algo casi imperceptible a nivel consciente, pero muy
presente y que solo viene cuando se ha recorrido lo suficiente para ver las
cosas en perspectiva. No es baladí mencionar aquello, puesto que precisamente ese
es otro elemento recurrente en el trabajo: la sensación de ya no estar
descubriendo el mundo para comérselo y bajarlo con cerveza y peleas callejeras.
Se trata ahora de una visión mucho más reposada, más adulta, tal vez algo más
cínica, pero es que aquel es el efecto que las cicatrices y lo vivido van
dejando en las personas.
En
el campo de las temáticas y las letras, estas sí siguen algo más aferradas a
una tradición clásica del género: como ya se mencionó, hay un alto compromiso político
en las mismas, destacando una crítica a las religiones y su influjo en el hombre,
“Cual Dios”, la vida en las calles y el costo que aquello implica, “Ahora
callejeros”, y, declamaciones de insurrección tanto local como en el
continente, “El señor de la muerte”. Se aprecia un avance significativo en la
creación de los versos, igualmente mordaces aunque ahora mejor construidos,
mejor disparados y por tanto, más efectivos, lo que solo potencia la idea
fuerza que proyecta la placa, de manera consciente o no, que se había señalado
anteriormente: se trata de un disco hecho por gente ya madura, o al menos con
la sabiduría que dan los golpes recibidos. Tal vez debido a lo anterior es que
en “Jauría”, la mejor canción del disco, se puede ver todo lo ya reseñado
amalgamado en una sola y brillante pieza: un ritmo potente, versos igualmente
poéticos como incendiarios, una base instrumental impecable y, hacia el final, un
sample con la voz de Malcolm X que aparece de la nada, mutando el ritmo de la
canción a una base rítmica y sonora que suena al más callejero rap, creando un
momento que empequeñece el corazón y emociona. Una auténtica joya,
El
transcurso del tiempo en una banda, al igual que en las personas, puede tener
múltiples efectos. Se puede tener un espíritu más bien precavido y mantenerse
siempre en la zona de confort para nunca correr riesgos innecesarios, a tal
punto de llegar a considerar los riesgos como innecesarios. También se puede
ser un espíritu libre e ir por la vida cambiando casi a diario producto de las
experiencias, impredecibles y en todo sentido, llegando al punto de no estar en
condiciones de recordar cómo se fue alguna vez. Y está la opción de mantener
las convicciones, mostrar las credenciales, confiar en el bagaje de los años,
patear la mesa y hacer lo que hizo CURASBÚN: un disco sólido, redondo, compacto y sin mayores puntos
bajos, aunque pasando por encima de lo que tuvieran que decir fans, sellos,
críticos y todos aquellos inquisidores hijos del posmodernismo y las redes
sociales. Por lo mismo, el nombre del disco no pudo haber sido mejor elegido:
no cualquiera hace la pirueta y cae de pie.
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