domingo, 17 de julio de 2016

Ives Gullé – “Húsar” (2011)

       Se insiste con la idea de que los trabajos mediáticos no siempre son sinónimo de calidad. Muchas veces en lo mediático incide la influencia de los sellos editoriales, el peso específico que ya tenga el artista o la llegada que pueda tener con dichos medios. Pero también un factor determinante obedece al género musical del que se trate. Y en eso, si bien puede notarse menos al haber un cúmulo importante de medios especializados en la materia, por estos lados el metal todavía sigue estando dentro de los estilos marginados. Aquello es algo que no se justifica, pero en este caso tampoco se entiende. Primero, porque no debiese existir tal discriminación hacia ningún artista, pero tampoco se logra dimensionar cómo podría haber falta de interés en medios por un trabajo que no solo se erige como la primera ópera metal realizada en Chile, sino que además se trate de una épica protagonizada por personajes como Manuel Rodríguez, el Húsar de la Muerte, Mariano Osorio y Casimiro Marcó del Pont, líderes realistas en la colonia, Bernardo O´Higgins, el llamado padre de la patria, José Miguel Carrera, José de San Martín y otros que no se habían visto en una obra vinculada al rock. La singularidad del producto al menos debiese haber llamado la atención.

       La mente maestra detrás de la obra es Ives Gullé, músico chileno conocido por su trabajo vocal en Gardenbitch y por su memorable rol de Judas Iscariote en ediciones pasadas del montaje Jesucristo Metalstar, que estuvo trabajando cerca de diez años en la realización del proyecto que, finalmente, pudo llevarse a cabo y materializarse en su registro recién el año 2011, con el apoyo de varios nombres de peso de la escena metal local, siendo así la pieza, además, una buena muestra de lo que los músicos del género son capaces de mostrar. La calidad del producto final deja de manifiesto todo lo anteriormente señalado: se trata de una obra narrativamente muy bien construida y con un desarrollo e interpretación musical impecable, que nada tiene que enviarle a los grandes nombres del metal a nivel mundial ni a trabajos de corte operático de similares características, erigiéndose de esa manera como una pieza singular no solo del metal sino que de la música local, marcando así un precedente que abre caminos en terrenos no explorados con anterioridad.

       Como se señalaba, la obra narra una historia muy intensa que podría llamarse algo así como “la pasión de Manuel Rodríguez”, un personaje importantísimo en la historia de Chile que en cierta forma ha sido considerado de manera secundaria frente a la hegemonía del legado de Bernardo O´Higgins, y que no solo por su encomiable coraje sino que también por decisiones de otros partícipes e incluso el acaso, tuvo que enfrentarse a circunstancias terribles y a un aciago final. Es precisamente en este punto, ya desde el inicio del disco, que luego de la introducción instrumental “Retirada” representando el momento posterior a la batalla de Rancagua, abre con “Condena”, en que puede verse el principal aporte artístico de la placa: lejos de un discurso patriotero, chauvinista o trillado, a la medida de lo que se viene escuchando sin chistar y hace demasiados años desde los más tempranos años de la educación escolar, lo que se propone es plasmar un relato muy humano, en donde no hay héroes impolutos ni villanos execrables, ahondando en una multiplicidad de temáticas y subtramas muchas veces ignoradas en la historia oficial con el fin de higienizar la imagen de los involucrados. De este modo, puede verse la gestación del contraataque criollo gestado en Argentina, “Ejército Libertador”, pero lejos de la idealizada hermandad, se plasma con claridad la inmensa distancia y los irreconciliables conflictos entre, por un lado, Rodríguez y Carrera, y por el otro Bernardo O´Higgins, quien ya se mostraba como un personaje autoritario e inseguro, en parte por su condición de “guacho”, y que amenazaba con hacer fusilar a quien se pusiera en su camino. De hecho, el desarrollo de este personaje, el más idealizado de la historia local, es el que recibe el tratamiento más interesante: desde el influjo que tiene en él la Logia de Lautaro al momento de tomar decisiones, “Logia”, hasta sus preocupaciones respecto al legado que pretende dejar con su obra, pasando por el respeto que a contrapelo siente por Manuel Rodríguez e incluso lo sanguinario de su propia naturaleza, cosa que le recuerda el mismísimo Wekufe en medio de una cruenta batalla, “Guerra”, se presenta a un personaje profundo, con matices muchas veces contradictorios y que choca con la irreal visión que se ha exhibido del mismo en la historia. Es esa otra gran virtud del libreto: además de subvertir la historia oficial, también busca hacerla más creíble gracias a personajes humanizados y con inseguridades, defectos y contradicciones, llegando en esto incluso a transgredir la noción misma del héroe. En la que se erige como una de las mejores canciones del trabajo, “Héroe”, entre otros personajes que se manifiestan, puede verse, por un lado, a Manuel Rodríguez, lejos de la imagen romántica del guerrillero, muerto de frío, tratando de hacer fuego, asustado y llorando a sus muertos, y por el otro a Casimiro Marcó del Pont, gobernador realista, cuestionándose si valió la pena venir al fin del mundo buscando una gloria que al parecer nunca existió. Ambos personajes se emparentan al cuestionar los respetivos roles que fueron llamados a desempeñar en la historia, haciendo ver aquello más como una maldición que como un privilegio. Es ahí donde está la gran virtud del “Húsar” de Ives Gullé: no hay buenos ni malos, no hay generales ostentado laureles de victoria ni villanos derrotados. No hay en verdad amor por la patria ni la corona. Es solo un grupo de personas que fueron llamadas a protagonizar uno de los acontecimientos que determinó el devenir de la historia local, todavía peor, por un precio que nadie les preguntó si querían pagar. O como dice la canción en versos del mismo Marcó del Pont, “sin importar raza, clase o sangre, todos han muerto por sus ideales, nos llamaran héroes o tal vez mártir. ¿Pasado, historia o leyenda?”.

       Sin duda, “Húsar” de Ives Gullé será una obra que envejecerá bien. No solo por ser un tremendo trabajo de rock, excelentemente desarrollado y compuesto, particularmente bien ejecutado, tanto musical como vocalmente, particularmente acertada la elección de las voces para cada personaje, y que innova tanto en la temática para una ópera metal, como por la forma en que trata un capítulo de la historia de Chile, sin discursos baratos y libre de toda la mitología construida en torno al concepto de héroe patrio, sino también porque es un disco sincero, auténtico, visceral a momentos, cargado de nervio y sangre, casi como queriendo recoger los reales sentimientos que doscientos años atrás seres de carne y hueso que se vieron involucrados en estos acontecimientos se vieron forzados a experimentar. Solo el tener una visión dinámica de la historia permite a los pueblos tener una mejor consciencia de su origen, evitar anquilosamientos y así prevenir la repetición de errores. Si un importante paso en ello se pudo dar desde la música, este es un trabajo cuya relevancia solo recién está comenzando a destilarse.

sábado, 9 de julio de 2016

Lady Princesa – “Hora Punta”, “Marichiweu” (2015)

       Una de las razones que motivó la creación de este espacio de reseñas fue la rabia de ver que muchas veces la calidad músical pasa desapercibida bajo el radar del conocimiento público, simplemente por un tema de difusión. Es algo manifiestamente injusto y quedarse en la simple excusa de que en todos lados es así no resulta suficiente. Partiendo porque eso no es cierto: en otros sitios, con mayor desarrollo cultural a nivel global, incluso las escenas más under tienen un cúmulo de medios que se encargan de reseñar y comentar el material producido. Debido a que por estos lados eso no sucede, hay bandas que son invisibilizadas y se produce el correlativo desperdicio de talento. Ejemplo patente de ello es LADY PRINCESA, que con apenas dos canciones que remitieron, dejan de manifiesto una gran propuesta musical. Ahora, lo alarmante es que es una banda como tantas otras que tampoco se conocen y la particularidad que los destaca es que simplemente enviaron su material para reseña.

       Una inteligente combinación de punk rock con las facetas más duras del hardcore, particularmente presente en el fraseo de la voz cantante, es lo que ofrece esta novel agrupación santiaguina que en solo dos canciones ya consigue hacer gala de un sonido bien afiatado, correctamente ejecutado y con un cierto sello autoral que hace que su trabajo, si bien breve, resulte agradable de escuchar y, a la vez, sea una invitación a conocer más.

       "Hora Punta” resulta particularmente interesante porque comienza aceleradísima y cargada de energía, con interesantes juegos de guitarra sutilmente disonantes, pero de pronto se produce un agradable quiebre que vuelve al tema algo más pesado y marchoso, lo que coincide con el apropiado coro, antes de retomar velocidad hacia el final. Son precisamente aquellos cambios de ritmo los que enriquecen y si son utilizados de manera apropiada, pueden hacer que la canción más breve y sencilla cobre originalidad y riqueza. “Marichiweu” en su inicio suena algo más apegada al manual del punk rock, con un bajo rabioso y regurgitante, al que se le unen las guitarras y la batería machacante, pero al igual que en la otra canción, nada más avanzar se producen los quiebres tan típicos del hardcore, derramándose la interpretación en un coro potentísimo, seguido de un funcional solo de guitarra para retornar al clímax de reivindicación de pueblo originario. El tema se marcha con un prolongado acople que cierra una pieza memorable, con pasta de sencillo promocional y con un sonido por partes iguales radical como radial.

       Siempre va a decirse que en los grandes medios están los mejores artistas, aunque todo el mundo sabe que eso no es así. Y está bien, por la razón que sea, si un músico o un artista llegó a las grandes ligas, no cabe más que alegrarse por él, jamás iniciar habladurías o desearle mal porque ello ni aporta en nada a nadie ni mejora la situación del resto tampoco. Sin embargo, sí puede hacérsele la crítica a los medios, y no solo a los grandes sino también a los medianos  y a los chicos, que andan todos tras esos mismos artistas y no se preocupan por mirar a otros lados. No hay que escarbar demasiado. Gente talentosa y trabajando, componiendo, tocando, escribiendo, filmando, fotografiando, pintando, hay por todos lados. Ni siquiera hay que buscar. Solo hay que crear las instancias para mostrar aquel trabajo y difundirlo. Nada más. En los tiempos actuales y con la tecnología jugando a favor hasta se ve como algo simple. Y de hecho lo es, pero es igualmente necesario: solo así se podrá comenzar a evitar que buenas bandas como estas se sigan desperdiciando.

viernes, 8 de julio de 2016

Curasbún – Inmortales (2016)

       El transcurso del tiempo en una banda puede tener múltiples efectos. Sin embargo, dos que son bastante recurrentes son, a saber, o la iteración de la idea que en algún momento le trajo éxito hasta el fin de los tiempos, o el siempre estar tratando de reinventarse, en una interminable búsqueda de la definición sublime del propio sonido que, usualmente, nunca es encontrado. Sin embargo, hay casos en que no se hace ni lo uno ni lo otro. O se hacen ambas cosas a la vez. Es lo sucedido con los locales de CURASBÚN, un nombre de cierta entidad hace ya bastante tiempo dentro de los circuitos street punk y skin antifa que con solo con dos discos bajo oficiales bajo el brazo, “OI DESDE EL TERCER MUNDO” (2002) y “UN SOLO CREW” (2005), ha sabido forjarse un nombre en la escena, que al parecer no tienen la menor intención en reverdecer ni entregar lo que cualquiera hubiese estado esperando de su muy anunciado y anhelado por muchos nuevo trabajo, “INMORTALES”: es un disco que no se parece en mucho a los registros anteriores de la banda ni tampoco suena como la misma, aunque cuidado, eso no necesariamente ha de tener que ver con la calidad musical del trabajo.

       Naturalmente, sí hay elementos comunes que iban a estar presentes, y es que, al ser punk rock duro, se trata de algo punzante y preciso, en donde en apenas treinta y tres minutos se condensa un puñado de canciones breves, directas y bien armadas, aunque superando la estructura clásica de la canción OI, presente en los trabajos anteriores de la banda, y optando esta vez por caminos diferentes. La placa abre con “La ofensiva no te olvida”, una canción que si bien suena algo más emparentada al sonido OI de la banda, con una convicción política marcada, elemento presente en todo el disco, tanto por su progresión como por la manera en que está armada y ejecutada, da a entender desde aquel primer momento que CURASBÚN se aburrió de ser CURASBÚN. Lo bueno es que optaron por ser ahora el CURASBÚN de 2016 y el cambio les vino de perillas. Porque tan solo en la siguiente canción, “Inmortales”, puede apreciarse el “nuevo” sonido propuesto por la banda, presente también en piezas como “No Nominado”, “Barajas”, “Ramiro” y “Nueva Era”, reversión de la banda británica BLITZ y con la colaboración de Álvaro España de FISKALES AD HOK en las voces: algo más marchoso, más pesado en el ritmo, con más cuerpo, algo casi imperceptible a nivel consciente, pero muy presente y que solo viene cuando se ha recorrido lo suficiente para ver las cosas en perspectiva. No es baladí mencionar aquello, puesto que precisamente ese es otro elemento recurrente en el trabajo: la sensación de ya no estar descubriendo el mundo para comérselo y bajarlo con cerveza y peleas callejeras. Se trata ahora de una visión mucho más reposada, más adulta, tal vez algo más cínica, pero es que aquel es el efecto que las cicatrices y lo vivido van dejando en las personas. 

       En el campo de las temáticas y las letras, estas sí siguen algo más aferradas a una tradición clásica del género: como ya se mencionó, hay un alto compromiso político en las mismas, destacando una crítica a las religiones y su influjo en el hombre, “Cual Dios”, la vida en las calles y el costo que aquello implica, “Ahora callejeros”, y, declamaciones de insurrección tanto local como en el continente, “El señor de la muerte”. Se aprecia un avance significativo en la creación de los versos, igualmente mordaces aunque ahora mejor construidos, mejor disparados y por tanto, más efectivos, lo que solo potencia la idea fuerza que proyecta la placa, de manera consciente o no, que se había señalado anteriormente: se trata de un disco hecho por gente ya madura, o al menos con la sabiduría que dan los golpes recibidos. Tal vez debido a lo anterior es que en “Jauría”, la mejor canción del disco, se puede ver todo lo ya reseñado amalgamado en una sola y brillante pieza: un ritmo potente, versos igualmente poéticos como incendiarios, una base instrumental impecable y, hacia el final, un sample con la voz de Malcolm X que aparece de la nada, mutando el ritmo de la canción a una base rítmica y sonora que suena al más callejero rap, creando un momento que empequeñece el corazón y emociona. Una auténtica joya,

       El transcurso del tiempo en una banda, al igual que en las personas, puede tener múltiples efectos. Se puede tener un espíritu más bien precavido y mantenerse siempre en la zona de confort para nunca correr riesgos innecesarios, a tal punto de llegar a considerar los riesgos como innecesarios. También se puede ser un espíritu libre e ir por la vida cambiando casi a diario producto de las experiencias, impredecibles y en todo sentido, llegando al punto de no estar en condiciones de recordar cómo se fue alguna vez. Y está la opción de mantener las convicciones, mostrar las credenciales, confiar en el bagaje de los años, patear la mesa y hacer lo que hizo CURASBÚN: un disco sólido, redondo, compacto y sin mayores puntos bajos, aunque pasando por encima de lo que tuvieran que decir fans, sellos, críticos y todos aquellos inquisidores hijos del posmodernismo y las redes sociales. Por lo mismo, el nombre del disco no pudo haber sido mejor elegido: no cualquiera hace la pirueta y cae de pie.