Se
insiste con la idea de que los trabajos mediáticos no siempre son sinónimo de
calidad. Muchas veces en lo mediático incide la influencia de los sellos
editoriales, el peso específico que ya tenga el artista o la llegada que pueda
tener con dichos medios. Pero también un factor determinante obedece al género
musical del que se trate. Y en eso, si bien puede notarse menos al haber un
cúmulo importante de medios especializados en la materia, por estos lados el
metal todavía sigue estando dentro de los estilos marginados. Aquello es algo
que no se justifica, pero en este caso tampoco se entiende. Primero, porque no
debiese existir tal discriminación hacia ningún artista, pero tampoco se logra dimensionar
cómo podría haber falta de interés en medios por un trabajo que no solo se
erige como la primera ópera metal realizada en Chile, sino que además se trate
de una épica protagonizada por personajes como Manuel Rodríguez, el Húsar de la
Muerte, Mariano Osorio y Casimiro Marcó del Pont, líderes realistas en la
colonia, Bernardo O´Higgins, el llamado padre de la patria, José Miguel Carrera,
José de San Martín y otros que no se habían visto en una obra vinculada al
rock. La singularidad del producto al menos debiese haber llamado la atención.
La
mente maestra detrás de la obra es Ives Gullé, músico chileno conocido por su
trabajo vocal en Gardenbitch y por su memorable rol de Judas Iscariote en
ediciones pasadas del montaje Jesucristo Metalstar, que estuvo trabajando cerca
de diez años en la realización del proyecto que, finalmente, pudo llevarse a
cabo y materializarse en su registro recién el año 2011, con el apoyo de varios
nombres de peso de la escena metal local, siendo así la pieza, además, una
buena muestra de lo que los músicos del género son capaces de mostrar. La
calidad del producto final deja de manifiesto todo lo anteriormente señalado: se
trata de una obra narrativamente muy bien construida y con un desarrollo e
interpretación musical impecable, que nada tiene que enviarle a los grandes
nombres del metal a nivel mundial ni a trabajos de corte operático de similares
características, erigiéndose de esa manera como una pieza singular no solo del
metal sino que de la música local, marcando así un precedente que abre caminos
en terrenos no explorados con anterioridad.
Como
se señalaba, la obra narra una historia muy intensa que podría llamarse algo
así como “la pasión de Manuel Rodríguez”, un personaje importantísimo en la historia de Chile que en cierta forma ha
sido considerado de manera secundaria frente a la hegemonía del legado de
Bernardo O´Higgins, y que no solo por su encomiable coraje sino que también por
decisiones de otros partícipes e incluso el acaso, tuvo que enfrentarse a
circunstancias terribles y a un aciago final. Es precisamente en este punto, ya
desde el inicio del disco, que luego de la introducción instrumental “Retirada”
representando el momento posterior a la batalla de Rancagua, abre con “Condena”,
en que puede verse el principal aporte artístico de la placa: lejos de un
discurso patriotero, chauvinista o trillado, a la medida de lo que se viene
escuchando sin chistar y hace demasiados años desde los más tempranos años de
la educación escolar, lo que se propone es plasmar un relato muy humano, en
donde no hay héroes impolutos ni villanos execrables, ahondando en una
multiplicidad de temáticas y subtramas muchas veces ignoradas en la historia
oficial con el fin de higienizar la imagen de los involucrados. De este modo,
puede verse la gestación del contraataque criollo gestado en Argentina, “Ejército
Libertador”, pero lejos de la idealizada hermandad, se plasma con claridad la
inmensa distancia y los irreconciliables conflictos entre, por un lado,
Rodríguez y Carrera, y por el otro Bernardo O´Higgins, quien ya se mostraba
como un personaje autoritario e inseguro, en parte por su condición de “guacho”,
y que amenazaba con hacer fusilar a quien se pusiera en su camino. De hecho,
el desarrollo de este personaje, el más idealizado de la historia local, es el
que recibe el tratamiento más interesante: desde el influjo que tiene en él la
Logia de Lautaro al momento de tomar decisiones, “Logia”, hasta sus
preocupaciones respecto al legado que pretende dejar con su obra, pasando por el
respeto que a contrapelo siente por Manuel Rodríguez e incluso lo sanguinario
de su propia naturaleza, cosa que le recuerda el mismísimo Wekufe en medio de
una cruenta batalla, “Guerra”, se presenta a un personaje profundo, con matices
muchas veces contradictorios y que choca con la irreal visión que se ha
exhibido del mismo en la historia. Es esa otra gran virtud del libreto: además de
subvertir la historia oficial, también busca hacerla más creíble gracias a
personajes humanizados y con inseguridades, defectos y contradicciones,
llegando en esto incluso a transgredir la noción misma del héroe. En la que se
erige como una de las mejores canciones del trabajo, “Héroe”, entre otros
personajes que se manifiestan, puede verse, por un lado, a Manuel Rodríguez,
lejos de la imagen romántica del guerrillero, muerto de frío, tratando de hacer
fuego, asustado y llorando a sus muertos, y por el otro a Casimiro Marcó del
Pont, gobernador realista, cuestionándose si valió la pena venir al fin del
mundo buscando una gloria que al parecer nunca existió. Ambos personajes se emparentan
al cuestionar los respetivos roles que fueron llamados a desempeñar en la
historia, haciendo ver aquello más como una maldición que como un privilegio. Es
ahí donde está la gran virtud del “Húsar” de Ives Gullé: no hay buenos ni
malos, no hay generales ostentado laureles de victoria ni villanos derrotados. No
hay en verdad amor por la patria ni la corona. Es solo un grupo de personas que
fueron llamadas a protagonizar uno de los acontecimientos que determinó el
devenir de la historia local, todavía peor, por un precio que nadie les
preguntó si querían pagar. O como dice la canción en versos del mismo Marcó del
Pont, “sin importar raza, clase o sangre,
todos han muerto por sus ideales, nos llamaran héroes o tal vez mártir.
¿Pasado, historia o leyenda?”.
Sin
duda, “Húsar” de Ives Gullé será una obra que envejecerá bien. No solo por ser
un tremendo trabajo de rock, excelentemente desarrollado y compuesto,
particularmente bien ejecutado, tanto musical como vocalmente, particularmente
acertada la elección de las voces para cada personaje, y que innova tanto en la
temática para una ópera metal, como por la forma en que trata un capítulo de la
historia de Chile, sin discursos baratos y libre de toda la mitología construida
en torno al concepto de héroe patrio, sino también porque es un disco sincero,
auténtico, visceral a momentos, cargado de nervio y sangre, casi como queriendo
recoger los reales sentimientos que doscientos años atrás seres de carne y
hueso que se vieron involucrados en estos acontecimientos se vieron forzados a
experimentar. Solo el tener una visión dinámica de la historia permite a los
pueblos tener una mejor consciencia de su origen, evitar anquilosamientos y así
prevenir la repetición de errores. Si un importante paso en ello se pudo dar
desde la música, este es un trabajo cuya relevancia solo recién está comenzando
a destilarse.